El 28 de marzo de 1211 Clara de Favarone de Offreduccio, recibió aquí
el hábito religioso de manos de San Francisco, dando inicio a la Orden de las
Damas Pobres (Clarisas).
En
el año 1216, en una visión, Francisco obtuvo del mismo Jesús la indulgencia conocida
como "la indulgencia de la Porciúncula" o "el Perdón de
Asís", la cual fue aprobada por el papa Honorio III.
Allí
comenzó la primera comunidad franciscana y allí murió San Francisco.
Entre
las reliquias que aún se encuentran en Santa María de los Ángeles:
- El
cordón de San Francisco,
- La
estatua del santo con las palomas que siempre allí anidan,
- Las
rosas sin espinas fruto del milagro cuando el santo se tiró sobre ellas para
rechazar una tentación,
- La
capilla de las lágrimas donde San Francisco rezaba por la Pasión de Cristo y
por los pecadores...
El
encuentro del Señor con el "Poverello"
Aquella
noche el Señor le dijo al poverelo: "Francisco, ¿quien puede hacerte mayor
bien, el amo o el siervo?" Francisco guardó esta lección a su corazón y
decidió poner de primero lo primero. Le preguntó al amo como podría servirle, y
Jesús, el amado salvador que abrazó la agonía de la cruz por todos los hombres,
le miró con ternura y afecto y le dijo: "Repara mi Iglesia". Desde
entonces, cuando Francisco pensaba en lo delicado, bueno, y amoroso que era
Jesús, rompía en llanto y exclamaba: "¡El amor no es amado!".
Primero
Francisco tomó las palabras del Señor literalmente y con gozo reparó la capilla
donde había recibido la visión del Señor. Después bajó al bosque en el valle de
Asís y reparó la vieja capilla de Nuestra Señora de los Angeles, llamada
Porciúncula (pequeña porción). Por su devoción a la Santísima Virgen y por su
reverencia a los ángeles, tomó la porciúncula como lugar de vivienda. Los
campesinos insistían que ellos muchas veces escuchaban ángeles cantando en la
Porciúncula. Ahí fue donde los primeros hermanos se unieron a El, en la vida
nueva de santa pobreza, trabajo manual, cuidando a los leprosos, mendigando y
predicando el amor de Cristo. Siendo los benedictinos propietarios de aquel
lugar, Francisco pagaba como renta anual una canasta de pescado.
Oprimido
por el pensamiento de ser indigno ante la misión de fundar la orden religiosa,
subió a una cueva en las montañas. Ahí, durante una tormenta se echó al piso y,
con una perfecta contricción, rogó a su Salvador que le perdonara los pecados
de su vida pasada. En la angustia de su alma el gritaba: "¿Quien eres tu
mi querido Señor y Dios, y quien soy yo vuestro miserable gusano de siervo? Mi
querido Señor quiero amarte. Mi Señor y mi Dios, te entrego mi corazón y mi
cuerpo y yo quisiera, si tan solo supiera como, hacer mas por amor a ti!.
Repetía: "Señor ten misericordia de mi que soy un pobre pecador."
.....
Francisco escucho estas palabras en su oración: "Francisco quiero que
sepas que esta indulgencia, que ha sido concedida a ti en la tierra, ha sido
confirmada en el cielo". Con gran gozo compartió esta revelación al hno.
Maceo, y juntos aligeraron el paso para ir a darle gracias a Nuestra Señora de
los Ángeles en la Porciúncula.